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Taller de escritura 8: escribiendo el final: y colorín colorado…

Imaginemos… Has encontrado la historia perfecta y no puedes dejar de escribir, escribes y escribes ansiosamente un folio tras otro. Por fin, la historia se va consumiendo y debes ir conduciéndola hasta su desenlace. ¿Misión imposible? ¡No con nuestro taller de escritura! En nuestra entrada de hoy, nos hemos propuesto elaborar una tipología de finales, abierta a sugerencias y llena de choques y solapamientos entre tipos (por los distintos criterios empleados para caracterizar cada final), con el ánimo de facilitaros las cosas [ojo, que al mencionar ejemplos podemos destriparos algún final, así que hemos decidido pintarlos en blanco: para leerlo todo, seleccionad con el puntero del ratón la parte blanqueada]. Con ello, esperamos que cuando decidáis empuñar bolígrafo o aporrear teclado tengáis una noción de hacia dónde se dirige lo que estáis relatando y si es lo más apropiado al texto o lo que realmente os gustaría. Es importante que lo penséis un instante al menos porque a veces (no siempre, pero sí con cierta frecuencia) un final condiciona la opinión de un lector o lectora sobre una historia. Veréis que hemos hecho uso, para ejemplificar los distintos tipos, de desenlaces cinéfilos además de literarios, inspiradas por una de las fuentes consultadas. ¿Cuál es vuestro final?

  • Final cerrado o terminante: se resuelvan todas o la mayoría de las incógnitas y se desvela incluso el futuro de los personajes. Aunque en algunos sitios web diferencian el final cerrado del terminante, nosotras aquí hemos optado por igualarlos. Consideramos como finales cerrados o terminantes, por ejemplo, Harry Potter y las reliquias de la muerte, que pone fin a la saga del niño mago. Alguna de nuestras referencias apunta aquí el cuento de Los siete cabritillos y el lobo (texto en blanco), donde la desaparición del lobo río abajo con la barriga llena de piedras aleja para siempre el peligro.
  • Final abierto, indeterminado o problemático: El problema queda sin solucionar, ya que la trama se interrumpe antes de ser verdaderamente resuelta; el lector no tiene modo de saber cómo termina el relato y debe imaginárselo (si lo desea). Muchas películas orientales, al contrario que las Made in Hollywood, juegan a menudo con finales abierto, como podría ser la iraní Offside. En literatura, se nos sugiere El desierto de los tártaros, de Dino Buzatti.
  • Falso final abierto: en la biblioteca descubres un libro que pinta interesante. Lo cazas de su estantería con alma de depredador y lo llevas en préstamo. Ya en casa, lo devoras apasionadamente… hasta que descubres que es el primer libro de una saga, y en la biblioteca no tienen la continuación. Un falso final abierto. Hay muchos ejemplos de ello, porque las sagas, con las evidentes ventajas que ofrecen a las editoriales, están de moda. No hay que ir muy lejos para descubrir una: en 100% maleducadas hablamos hace poco de la trilogía Dragal con su autora, Elena Gallego Abad.
  • Final ambiguo o dilemante: Se nos ofrecen varias soluciones posibles, y somos nosotr@s, como lector@s, quienes elegiremos libremente aquella opción que nos parezca más adecuada o verosímil, con la incerteza de cuál sería el verdadero final imaginado por el autor o autora. Nosotras pensamos en la novela romántica con cierto regusto paródico, Tigresas, de Claire Irvin, como el ejemplo perfecto. (texto en blanco) En ella, una mujer tiene dos pretendientes y al final se decide por uno, pero es el lector o lectora quien tiene que imaginar cuál es el agraciado. En otro de los sitios visitados mencionan Una vuelta de tuerca, de Henry James.
  • Final interrogante: en principio se desenvuelve como un final cerrado, ya que el autor o autora resuelve todas las preguntas que se fueron creando durante la trama, pero abre una nueva pregunta que deja intrigada a la persona que lo lee, como ocurre en el ya clásico de la literatura infantil y juvenil gallega O misterio das badaladas, de Xabier P. Docampo.
  • Final flotante, promisorio o sugerente: l@s lector@s deben sobreentender la conclusión del relato en base a pistas que el autor o autora siembran, sin especificar completamente en qué termina la historia. Puede solparse con el final abierto o con el ambiguo, ya que suele dar pie a posibles continuaciones. Ahí están, por ejemplo, 1984 de George Orwell, o, según otro de los ejemplos leídos, Manhattan Transfer, de John Dos Passos.
  • Final esperanzador: Aunque nos hayamos ante un tipo de final flotante, las posibles sugerencias, en este caso concreto, se encaminan a modificaciones de actuación que pueden resolver el problema en el futuro. En la película Contact se da un cierto final esperanzador, (texto en blanco) ya que pese a que el final no ata todos los cabos de la trama, nos da a entender que es posible que la humanidad siga progresando sin autodestruirse en el camino. Como ejemplo de este final en el mundo de los cuentos, se menciona en algún lugar El ruiseñor y el emperador (texto en blanco), «donde la proximidad de la muerte de éste le ayuda a conocer el verdadero comportamiento de sus servidores y le permitirá corregir sus errores a partir de ese momento».
  • Final sorpresa, sorpresivo o desviado: en las últimas líneas el posible desenlace imaginado por l@s lector@s da un giro inesperado, dejándol@s sorprendidos porque la trama no concluye como era de esperar; si bien, el conflicto es resuelto en su totalidad. Agatha Christie empleó habitualmente los finales sorpresa en sus novelas de misterio, como en El caso de los anónimos. También encontramos mencionado como ejemplo de un desenlace sorpresivo Reencuentro, de Fred Ulhman.
  • Final absurdo: situaríamos dentro del absurdo a finales que descolocan por jugar con elementos extraños para dar por concluido un relato. Podría encuadrarse, sin duda, dentro de los finales sorpresa, aunque más que inesperado se trataría de un final desconcertante. En el cine tenemos muchos finales absurdos o desconcertantes, como en Pequeña Miss Sunshine o Slumdog Millionaire (texto en blanco), que comparten como elemento común un baile llamativo que descoloca a l@s espectador@s.
  • Final inverso o invertido: el final muestra una situación inversa a la inicial, bien en su conjunto o bien por la elección personal de la persona protagonista, que actúa de modo inverso al inicial. Podemos mencionar, entre otros, Cuento de Navidad, de Dickens o relatos clásicos como El flautista de Hamelín, según propone una de las fuentes consultadas.
  • Final detonante: se da una situación de catarsis, donde el narrador parece desahogarse; cabe citar, como ejemplos, la película de El gran dictador u obras clásicas como el Don Juan Tenorio de Zorrilla.
  • Final contundente o finalísimo: aquel que se resuelve, como quien dice, en la última línea; es decir, da la impresión de que el final no podrá desenredar el nudo de la historia pero lo hace en el último suspiro del texto. A veces puede corresponderse con un final sorpresivo, absurdo o desconcertante. Ejemplo de esto podría ser (si estáis pensando en otro, avisad) el (texto en blanco) ya clásico «Luke, yo soy tu padre» (de El retorno del jedi), que no ocurre en la última línea del guión pero sí otorga un nuevo enfoque a la historia en sólo cinco palabras poco antes de que el final se precipite por completo.
  • Final natural, lógico, consecuente o previsible: estamos ante un final contrario al sorpresivo, no inesperado, sino lógico y consecuente con la información que se nos dio acerca de lo narrado. A veces se solapa con el final cerrado. En algún blog hemos leído mencionar un “final neutral” que se parece bastante a este que aquí hemos denominado “natural”. Como ejemplo, podemos citar Don Quijote (texto en blanco), que muere en su cama desengañado de su papel caballeresco, o El principito (texto en blanco), que según se nos dice ha vuelto a su planeta.
  • Final feliz o happy end: Muy habitual en novela romántica, en los libros para niñ@s, y en las películas de factura Disney. Tras todos los males l@s protagonistas son objeto de una racha de suerte que soluciona sus problemas y todos los personajes se sienten contentos o satisfechos con el resultado de la historia. Por ejemplo, la tan requeteanalizada trilogía de 50 sombras de Grey o el libro de Wendy Orr La isla de Nim, transformado en película apta para todas las edades .
  • Final triste: Las cosas salen mal aunque en algún momento pudo parecer que podrían salir bien. Los problemas planteados a lo largo de la trama no encuentran una resolución positiva, y los personajes suelen manifestar sentimientos pesimistas, como tristeza, depresión, llanto o dolor. La dama de las camelias podría valernos como ejemplo literario, y hablando de películas se ha citado por ahí El laberinto del fauno.
  • Final trágico o malo: Este final va un paso más allá de lo triste (aunque a veces resulta complicado diferenciarlos), ya que la resolución de la trama es problemática o desastrosa para los personajes (sufren, enferman, reciben daño, tienen una pérdida, o mueren). El ejemplo arquetípico es el de los grandes enamorados del imaginario popular, Romeo y Julieta.
  • Final moral, moralizante o ejemplarizante: el comportamiento de los personajes (para bien o para mal) transmite un valor ético que el narrador desea mostrar. Las fábulas y los cuentos populares son el ejemplo más claro de finales morales, por ejemplo, Pedro el mentiroso o La tortuga y la liebre.
  • Final dual: suele encuadrarse dentro del final ejemplarizante, que hace uso del contraste para mostrar el valor ético del relato. En este tipo de final, existen dos protagonistas de caracteres opuestos, que producen efectos contrarios dependiendo de sus actos. En Primavera: libro de primeras lecturas, de Manual Antonio Arias, publicado en su primera edición en 1951, hay un relato de este tipo (El hada negra, la niña negrita, la madrastra y el dragón de las siete cabezas) (texto en blanco), donde un hada madrina protege de los celos de una madrastra a su «ahijadita», contraponiendo la crueldad de la primera con la dulzura de la segunda.
  • Final accidental o circunstancial: no hay nada que haga prever que de un momento a otro el final puede dar un vuelco hasta que la situación cambia por causas externas a los personajes, como que el protagonista sea víctima de un atropello o de un atentado. Puede encuadrarse dentro de otro tipo de finales, como el sorpresivo o el abierto. En este tipo, podemos incluir, por ejemplo, Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina.
  • Final sobrenatural: se descubre la intervención de elementos sobrenaturales en la trama (personajes supuestamente humanos que eran fantasmas o cosas por el estilo). En Gustavo Adolfo Bécquer y su leyenda El monte de las Ánimas encontramos el ejemplo perfecto.
  • Final realista: no hace uso de licencias literarias y se ciñe a posibilidades que puedan darse dentro de la cotidianeidad. Lo definimos por contraposición al sobrenatural porque, en cualquier caso, un final realista suele ser consecuencia de una trama realista, aunque se puede dar el caso de Alicia en el País de las Maravillas donde, aunque la protagonista vive situaciones fabulosas, al final todo se explica por un elemento real (texto en blanco): se trataba de un sueño.
  • Final transpuesto: es aquel descolocado con respecto a la estructura habitual (que sería el final ab ovo, que se sitúa como último punto de la narración, en orden cronológico o desarrollo lineal), y puede ser de dos tipos: el final in media res (se plantea en medio de la narración, tras el nudo, para luego, tras relatar el final, explicar dónde había comenzado todo, del que, por ser infrecuente no hemos localizado ningún ejemplo, o el final adelantado (conocido como in extrema res), que busca aligerar el relato de la importancia del final o buscarle una explicación, cuyo ejemplo más conocido sería Crónica de una muerte anunciada. También en Rayuela, de Julio Cortázar, la estructura de la trama es voluble, ya que podemos seguir sus indicaciones, que nos hacen voltear el libro para adelante o para atrás, u optar por leerlo de forma tradicional, desde la primera página hasta la última.
  • Abanico de finales: ¿Por qué escribir un único final si puedes detallar varios? Si te preguntas esto, el abanico de finales es lo tuyo. No te pierdas Cuentos para jugar, de Gianni Rodari, o la colección “Elige tu propia aventura”.
  • Combinación de finales: se cierran algunas historias y otras se dejan abiertas, por ejemplo, un final agridulce donde se dan elementos tristes con otros felices. Por ejemplo, El señor de los Anillos (texto en blanco), donde Sam Sagaz acaba felizmente casado en la Comarca mientras su eterno compañero, Frodo Bolsón, se despide de él y desaparece entre brumas a bordo de un misterioso barco élfico.
  • Final interrumpido: mayormente, son finales no buscados que se ven forzados a figurar inacabados por la muerte inesperada de su autor/a. Lo positivo de la situación, es que en ocasiones anima a otros a continuar la historia para relatar sus propios finales, como ocurrió, por ejemplo, con el caso de Perceval o El cuento del Grial, o bien puede ocurrir que se supiera el final aunque el autor no hubiera tenido ocasión de remacharlo, como por ejemplo ocurrió con El sueño, cuento de O. Henry.
  • Final ridículo: un final tonto, insípido y aburrido. Suele ser conclusión de relatos tontos, insípidos y aburridos. Por ese motivo, rara vez llego a leerlos. Me niego a dejar ejemplo de ninguno.
Se acerca el final. ¿Qué habrá tras la puerta?Ilustrador: Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 ES. Banco de imágenes y sonidos del Ministerio de Educación

Se acerca el final. ¿Qué habrá tras la puerta?
Ilustrador: Federico del Barrio. Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 ES.
Banco de imágenes y sonidos del Ministerio de Educación

Fuentes consultadas:

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